26 ABRIL DE ABRIL DE 2020: LOS CUARTICOS NUEVOS, 86 AÑOS EJERCIENDO LA CARIDAD
BLAS RUBIO GARCÍA. Profesor de Geografía e Historia
Un 26 de abril, como hoy, de 1934, hace 86 años, se inauguraban lo que desde entonces se conoce en Santomera como los “Cuarticos Nuevos”, llamados así porque ya existían otras viviendas sociales para los más pobres desde hacía muchos años. Desde ese día, se comenzó a denominarlos como “Nuevos” o “Viejos” para distinguirlos.
Las doce casas las edificó Manuel Campillo González, en memoria de su difunta mujer, María Murcia Rebagliato, que había fallecido tres años antes, de pulmonía, a los 76 años de edad, un 19 de abril de 1931. Tres años después de la inauguración, también moría Manuel Campillo González, en Orihuela, donde se había refugiado durante la guerra civil, a la edad de 74 años.
Las viviendas reproducían, a menor escala, lo que era una vivienda de labradores en la Santomera de la época. Todas tenían patio para tener algún árbol o animales y un par de pozos y un aljibe comunitarios, como ocurría en la mayoría de las manzanas de viviendas, donde aún se conserva alguno, como en la calle Palmera. En mitad de las doce viviendas había una pequeña ermita que contenía en su interior dos bancos corridos de cemento en los laterales. En el patio de la ermita se encontraban los pozos y el aljibe. Apenas 20 años después, la ermita fue utilizada como guardería, la famosa “escuela” de los “cagones” (por la edad) de la “Tía Morena”, residente junto a ella, y continuación de la más antigua de la Tía Pereta. A ella asistíamos menores de seis años, en espera de cumplir la edad para poder ir a las Escuelas Graduadas, o los que no tenían cabida, por distintas, en párvulos del Colegio del Amor de Dios, la orden religiosa que ocupó temporalmente Casa Grande. Una de las humildes moradoras de las viviendas, la “Zorriscas” estableció un pequeño negocio de golosinas en el que se surtían los niños del barrio que rodeaba las casitas.
Las viviendas ocuparon una manzana entera en el denominado barrio de Villa Conchita, hoy barrio de la carretera de Abanilla; al noroeste del casco urbano de Santomera, a las afueras del pueblo, muy cerca de donde 30 años más tarde la familia Murcia donó los terrenos para la construcción de nuestro viejo instituto de enseñanza media.
El ambiente de alegría reinante por la inauguración de las viviendas contrastó con la tristeza que había ese mismo día por el entierro de Manuela Fernández, esposa de Alfonso Andúgar Laorden, alcalde pedáneo de Santomera.
Manuel Campillo González continuaba de esta manera la labor de ejercer la caridad que la familia Murcia venía desarrollando en los “Cuarticos Viejos”, donde junto a la Asociación de la Caridad, se encargaba del mantenimiento de los mismos y de las familias que los habitaban. En la actualidad, las casitas siguen utilizándose para el mismo fin con que fueron edificadas por Manuel Campillo González.
La noticia de la inauguración la daba el diario La Verdad de Murcia el 29 de abril de 1934, destacando un gran titular con estas palabras: “HERMOSA OBRA SOCIAL DE UN PROPIETARIO EN SANTOMERA”. En el otro periódico de Murcia, El Liberal, no se dio cuenta alguna de este acto, a pesar de la importancia del mismo. En la prensa se reproducían los mismos enfrentamientos y animadversiones que se producían entre los partidos de izquierdas y de derechas en una época convulsa, que también afectó a Santomera y de la que hablaré más adelante. La Verdad, de derechas, y El Liberal, de izquierdas apenas daban cabida a hechos y noticias promulgados por personas o entidades que no comulgaran con sus ideas. Así aparecía la noticia en el diario La Verdad:
HERMOSA OBRA SOCIAL DE UN PROPIETARIO EN SANTOMERA
El jueves, 26 del actual, tuvo lugar en este pueblo el acto simpático de inaugurar un grupo de doce casitas, que el santomerano don Manuel Campillo González, ha edificado, formando una calle, en memoria de su difunta esposa (q.e.p.d.), para que habiten, gratuitamente, doce familias pobres de ésta.
Bendijo dicho grupo el señor cura don Juan Noguera Morales, asistido de los presbíteros don José Alcaraz (coadjutor) y don Antonio Rabadán (capellán de la familia).
Acto seguido, después de haber visitado las casitas, cada una de las cuales consta con dos habitaciones de tres metros de ancha, dos puertas de calle y patio, una alcoba y una ventana con su reja, cocina, leja y armario, con espacioso patio, retrete y derecho al agua de dos pozos así como a un algibe de 10.000 cántaros de cabida, se procedió a la comida que dicho señor les dio, consistente en sopa, cocido, principio y postres variados.
Fueron servidos por las distinguidas señoritas, sobrinas de la finada, Adelaida y Teresa Murcia Villalonga, Adelita Murcia, María y Cecilia Campillo Parra, doña Asunción Candel de Barcala, señoritas Fulgencia Andugar, Rosario Rodríguez, Inés Aliaga y doña Teresa Campillo, auxiliadas por la servidumbre del señor Campillo.
El señor Campillo les aconsejo que llevasen resignados el peso de su pobreza, con lo que tejerían su inmortal corona, y el señor Cura Párroco, abundando en las mismas ideas, hizo resaltar el mérito de la caridad ejercida con esta obra.
Resumiendo: día feliz, viendo a doce familias pobres satisfechas, contentas y alegres, de cuya alegría participaron todos los asistentes y en especial el señor Campillo.
SANTOMERA EN 1934
Francisco Cánovas, cronista de Santomera, retrata la situación de nuestro pueblo en el tiempo que conduce a la II República, y que se puede trasladar al tiempo que duró la misma, sumando a ello los enfrentamientos que se producen entre partidarios y detractores de la misma:
“La situación socio-política de Santomera en los años anteriores a la República española de 1931 no era buena. La economía de los santomeranos, en esa época, tenía su fuente principal y casi única en la agricultura, y los resultados eran penosos. Los agricultores, en su mayoría arrendatarios, tenían que soportar los bajos precios de sus productos y, al mismo tiempo, la presión de los dueños de las tierras que subían los rentos a su antojo, amparados en un clima de abusivo caciquismo…
Las circunstancias en Santomera eran difíciles en esos años porque, además, la comarca padecía, desde varios años atrás una sequía terrible…
No obstante, el estado general en la zona santomerana era menos malo que en otros lugares de España, incluso de la Región murciana, gracias a su producción de pimentón y de seda, productos que se valoraban medianamente; aunque, con todo, existía una precariedad general, más acusada en las familias de los jornaleros y clases humildes… Por ello, se iba deteriorando la secular armonía de los santomeranos. Durante los últimos años 20 y 30 del pasado siglo, se vivió en Santomera una situación de cierta tensión entre quienes manifestaban su deseo de cambio hacia la República y los monárquicos…
Santomera había despertado de un pronunciado letargo, vivido bajo el paternal dominio de los adinerados propietarios de las tierras de campo y huerta, casi todas cultivadas en arrendamiento, por labradores, campesinos y huertanos, que aceptaban las condiciones del rento bajo amenazas de desahucio”.
Según Cánovas, las pasiones no se desbordaron gracias a la labor de Juan José Noguera Morales, Cura Párroco de Santomera en esos años, que estuvo presente en la inauguración de las 12 viviendas, que compartía amistad con los maestros republicanos y los liberales del pueblo y con los terratenientes y trabajó porque no hubiera enfrentamientos entre los partidarios de ambos bandos.
Aunque una buena parte de los santomeranos eran agricultores arrendatarios, que también ejercían de braceros en el tiempo que no atendían sus cultivos, la mayor parte de la población en edad activa eran jornaleros, que solo contaban con su jornal para subsistir ellos y sus familias.
Según Carmen González y Encarna Nicolás, en “Actitudes políticas y resultados electorales en Murcia durante la 2ª República, el salario medio de un jornalero en 1930 estaba entre 3 y 6 pesetas, y no se trabajaba más de medio año, a pesar de ello no hubo ninguna revolución. El precio del kilo de pan era de 0,62 pesetas, el del litro de leche 0,66 pesetas, el de un kilo de carne 3,50 pesetas y un litro de aceite 2 pesetas. El pescado era algo con lo que solo se podía soñar. Veamos los precios del mismo en El Liberal del 29 de abril de 1934:
Merluza…………………………………..8,00 pesetas
Pescadilla………………………………..4,00 “
Atún………………………………………..6,00 “
Sardina……………………………………1,60 “
Gambas…………………………………..6,00 “
Salmonetes……………………………..7,00 “
Boga………………………………………..1,40 “
A todo ello se le puede sumar el precio de los tomates, 1,25 ptas. el kilo; el de las manzanas, 1 pta. el kilo, o el de una coliflor, que valía 1,50 pesetas.
Como vemos es muy difícil sobrevivir. Se mantiene la misma situación de carencia que había en el último cuarto del siglo XIX y que llevó al maestro José Puig Valera y un grupo de amigos santomeranos a crear la Asociación de la Caridad, a la que perteneció y de la que fue presidente durante treinta años Manuel Campillo González. En ese mismo período se construyeron los “Cuarticos Viejos”.
A los anteriores salarios y precios había que añadir las terribles consecuencias que tuvo la ramblada de 1906, con su rosario de muerte, destrucción de viviendas y destrozo de cosechas; y la subida caprichosa de impuestos desde Murcia que echaron a los santomeranos a los calles al sonido de las caracolas para rebelarse contra el abuso que quería perpetrarse. Los santomeranos tampoco olvidaban que los caciques que tenían muchas tierras se habían opuesto, y conseguido, que no se instalará una fábrica de conservas y la fábrica de la seda, que hubieran dado empleo a muchas personas, porque temían quedarse sin jornaleros que trabajaran en ellas y con el salario miserable que ellos quisieran. El gobierno de Lerroux, en 1934, para reanimar el comercio y estimular el capital, tomó medidas como reducción de salarios, despidos de trabajadores y promulgación de leyes que favorecían únicamente a los arrendadores. Con ello la pobreza acechaba más allá de los humildes jornaleros, y la consecuencia fue un aumento de la miseria para muchos españoles y para los santomeranos, de esa miseria que Bernard-Henri Lévy dice que empieza cuando no se sabe qué traerá el mañana, si tendrás siquiera un techo encima de la cabeza, si tendrás algo de comer o algo con que abrigarte.
En 1934, los “Cuarticos Nuevos” fueron un enorme alivio para las doce familias afortunadas, que no solo encontraron un techo donde cobijarse sino que siguieron gozando de la caridad ejercida por la familia Murcia y Manuel Campillo González. La miseria, en Santomera, se vio paliada, en palabras de los historiadores José Antonio campillo y Cristina González gracias a la Asociación de la Caridad y algunos hombres poderosos económicamente, aunque con esto solo no se arregló la situación, lo que llevó a enfrentamientos políticos que, afortunadamente, no produjeron víctimas como si lo habían hecho en otros lugares de España.
La obra de Manuel Campillo sigue viva: ahí siguen los “Cuarticos”, al servicio de cualquier familia del municipio que los necesite en momentos de apuro, 86 años al servicio de Santomera, más allá de ideologías. Ojalá que nunca hagan falta porque no haya nadie que los necesite.
Para otra ocasión queda una pequeña investigación sobre los “Cuarticos Viejos”.
BIBLIOGRAFÍA
CÁNOVAS, Francisco. Tiempos de Pre-República en Santomera. Edición propia. Santomera, 2008.
CÁNOVAS, Francisco. UGT Semblanza sobre la vida de D. Clemente García Hermosilla,maestro de escuela; y su obra en santomera. (1924-1935).Edición propia. Santomera, 1993.
CAMPILLO, J.A. y GONZÁLEZ, C. Historia de la segregación del municipio de Santomera. Sin publicar. Santomera, 1998.
GONZÁLEZ, Carmen y NICOLÁS, Encarna. Actitudes políticas y resultados electorales en Murcia durante la II República. Revista Hispania. Vol. 56. Núm. 193. 1996.
HOUELLEBECQ, Michel y Lévy, Bernard-Henri. Enemigos públicos. Edit. Anagrama. Barcelona, 2010.
PRENSA
Liberal de Murcia. 27 de abril de 1934. Página 2.
La Verdad. 29 de abril de 1934. Página 7.
REVISTAS
Revista de Fiestas de Santomera. Año 1950. Páginas 8, 9, 44 y 45.
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