EL POBLADO IBÉRICO DE LA SIERRA DEL BALUMBA
JESÚS GONZÁLEZ HERRERA. Historiador.
Contigua a la población de Santomera se encuentra la conocida como “Sierra de Balumbá”, en cuya cumbre redondeada y ligeramente amesetada se ubica un enigmático poblado ibérico. Se trata de un promontorio situado en el extremo Sureste de una pequeña cadena montañosa de desarrollo Noroeste-Sureste, capitaneada por un cabezo que se destaca notablemente sobre todo el conjunto, y que en el lugar recibe el nombre de Cabezo Bermejo o Cabezo de la Rajá. El origen geológico de esta pequeña unidad morfo-estructural o de relieve, puede remontarse a los movimientos orogénicos (1) acaecidos a finales del Mioceno-inicios del Plioceno (2) ̶ hace aproximadamente unos 8-5 m.a. ̶ , cuando las placas tectónicas Africana y Euroasiática comenzaron a entrar en contacto; subsidiarios éstos de la tectogénesis (3) que desde tiempos algo más remotos dio lugar a la formación de la cercana Sierra de Orihuela ̶ en el seno de otros acontecimientos geológicos y orogénicos de mucha mayor entidad ̶ y al inicio del acercamiento de las mencionadas placas (4). Ambos conjuntos, Bermejo y Sierra de Orihuela, se inscriben en el dominio interno de los Sistemas Béticos, y su litología predominante está compuesta a base de calizas y dolomías ̶ rocas sedimentarias ̶ ligeramente metamorfizadas (5).
El calculado emplazamiento de este asentamiento ibérico en la cumbre de esta elevación montañosa, a poco más o menos 145 m. sobre el nivel del mar, responde indudablemente a cuestiones estratégicas de dominio y control del territorio circundante. El cerro se asoma a la llanura conformada sobre una fosa tectónica (6) de desarrollo transversal ̶ dirección Este-Oeste ̶ , respecto a la montaña, sobre la que, en su momento, teniendo como lecho potentes depósitos sedimentarios de edad Mioceno Superior-Cuaternario (7), se instaló el curso del río Segura en su discurrir por sus Vegas Media y Baja. Por el costado Este del conjunto del Bermejo, surca la pequeña depresión que describe la orografía del terreno intermedio entre éste y la Sierra de Orihuela, el cauce de la Rambla Salada, hasta su encuentro con la corriente del río. Constituyeron, pues, ambos surcos intramontanos ̶ uno el del río, el otro el de la rambla ̶ , dos importantísimas vías de comunicación para transeúntes, fauna y ganados durante un largo período histórico, hasta casi los tiempos actuales.
Para completar el conocimiento geográfico antiguo de la zona y obtener una compresión integral del fenómeno poblacional que estamos tratando, hemos de tener en cuenta que hasta tiempos relativamente recientes, casi todo el territorio de la Vega Baja del Segura y buena parte de su Vega Media, sufrió las consecuencias de un prolongado dominio del mar, del río y sus crecidas y de los almarjales surgidos de ambas suertes. Dichos factores estuvieron condicionando este espacio ecológico hasta los recientes tiempos de la Edad Moderna. La sistemática antropización de todo este territorio, con la desecación y encauzamiento de la manta de agua superficial que cubría extensas zonas del mismo, comenzó con las primeras actuaciones llevadas a cabo a tales efectos por los pobladores andalusíes allá por el siglo IX, no concluyendo hasta el plan puesto en marcha por el Cardenal Belluga y sus Pías Fundaciones en el siglo XVIII. No en vano, para los lejanos tiempos que nos ocupan, la magnitud de estas condiciones ambientales impuestas por un ecosistema donde el predominio del agua era indiscutible, fueron registradas por testimonios escritos de fuentes de la Antigüedad tardía latina ̶ la ̀Ora Marítimá de Avieno ̶ , donde se daba cuenta de la existencia de un golfo marítimo, el denominado Sinus Ilicitanus, que desde la actual desembocadura del Segura se extendía hasta las proximidades de la cercana localidad alicantina de Callosa de Segura ̶ lo cual ha sido corroborado por los estudios geológicos de la zona ̶ . Circunstancias que, evidentemente acercaban significativamente la costa hasta nuestro enclave, además de permitir la navegación por el Segura hasta, quizás, varias decenas de kilómetros hacia el interior. Es por ello que, los factores ecológicos y las razones estratégicas apuntadas, dan cuenta por sí solas de los motivos de la elección de este lugar como asentamiento.
Etnográfica y territorialmente, dentro del concepto general que engloba la cultura ibérica y su etnónimo íberos, nuestro territorio se inscribía en lo que los romanos dieron en llamar la Contestania, que ocupaba un amplio espacio del Sureste y Levante peninsular. Aunque, a decir verdad, más bien se hallaba ubicado a caballo entre dos espacios de toponimia y etnonimia diferenciadas dentro de la propia cultura íbera: la Contestania ̶ hacia el Noreste ̶ y la Bastetania ̶ hacia el Suroeste ̶ (8). Tomando como fundamento los testimonios arqueológicos preliminares con que contamos, podemos encuadrar cronológicamente nuestro poblado entre los siglos IV y II a. C ̶ entiéndase que este encuadre es provisional a falta de mayores y más precisos resultados arqueológicos ̶ . Como ya se ha mencionado, se trataba de un poblado instalado en altura, del que, por el momento, se desconoce la existencia de más sistemas defensivos que su propio emplazamiento enriscado. En este caso, por antiguas intervenciones arqueológicas, se sabe que las gentes íberas reaprovecharon un anterior asentamiento del Bronce tardío; lo que, junto a los testimonios de poblamiento de la zona durante el Bronce Medio ̶ cultura Argárica, aproximadamente entre el 1800 y el 1300 a. C. ̶ , cuyos vestigios quedaron patentes en un cerro adjunto situado al Noroeste, hacia Cobatillas la Vieja, podría estar indicándonos una casi continuada y dilatada ocupación del enclave desde tiempos prehistóricos hasta el momento del dominio y aculturación romana.
Este pequeño fortín ibérico, goza de la singularidad en lo que a tipología de asentamiento se refiere. Pues aunque contamos con algunos ejemplos similares, como el poblado de ̀Las Cabezuelaś de Totana, su fisonomía y lugar de emplazamiento como medio de control y sistema defensivo, no eran las características predominantes en el conjunto de los restantes poblados existentes en estos territorios. Era un asentamiento de pequeño tamaño, principalmente limitado por la reducida extensión de la penillanura donde se halla enclavado. En esta reducida planicie se pudieron levantar unas 40 ó 60 viviendas, describiendo una planimetría urbana que aparenta cierta organización, aunque su verdadero conocimiento lo desvelarán futuras excavaciones arqueológicas. Las casas, de planta ortogonal, estaban construidas sobre una ligera cimentación o zócalo de piedras en obra de mampostería, apoyado directamente sobre la roca madre, del que muy probablemente arrancarían muros de adobe; cubriéndose la construcción con techumbre a dos aguas configurada con vigas de madera y cerramiento vegetal ̶ paja o similares ̶ . El número de estancias solía ser escaso, un par de habitaciones, si acaso y, casi con toda seguridad, todo construido en una sola planta; lo que invita a pensar en una vida cuya mayor parte de las actividades se realizarían al aire libre. Se desconoce si pudo haber construcciones diferenciadas por tamaños y/o funciones, así como cualquier otra infraestructura de servicio a la comunidad.
Lo destacable, por el momento, en este yacimiento, es la abundante presencia de material cerámico diseminado en superficie, así como en el interior de los espacios incipientemente excavados. Se trata de una cerámica de factura a torno, con una gran variedad de recipientes para usos múltiples y, en muchos casos, con decoración pictórica geométrica de color rojo, generalmente en la cara exterior del vaso. Aparecen tipologías variadas en muchos sentidos, entre las que no faltan algunos elementos de origen muy probablemente griego ̶ cerámicas áticas de figuras rojas ̶ (9), cuando no sean de factura local a imitación de los mismos, lo cual podría darnos testimonio de una presencia comercial ultramarina; o cuando menos, de algún tipo de contacto con las culturas orientales ̶ griega ̶ .
En cuanto a la necrópolis, por el momento se desconoce su ubicación exacta y hasta, incluso, si aún se hallará presente e intacta; pues una cantera de extracción de áridos mutiló considerablemente gran parte del cabezo durante el tiempo en el que estuvo en explotación, es decir, durante varias décadas de la segunda mitad del pasado siglo XX. Sopesando, por tanto, la triste posibilidad de que aquélla se hubiese podido perder con los destrozos de la cantera. Sólo futuras excavaciones terminarán de dilucidar esta cuestión. En cuanto al aspecto religioso, era común entre los íberos situar sus santuarios en cuevas y lugares escarpados, en plena naturaleza, siendo muy características en la vecina área valenciana las llamadas «cuevas-santuario», generalmente en relación con cursos de agua subterráneos; aunque, en el mundo íbero en general, también se dan casos de estructuras de culto en suelo urbano. Siendo por consiguiente, esta cuestión, la de la intriga acerca de la posibilidad de la presencia de un santuario, in situ o por los alrededores, un acicate más para proseguir con las excavaciones y las investigaciones afectas a las mismas.
La economía de sus gentes dependería básicamente de la explotación agropecuaria del entorno, probablemente de extensión muy limitada hacia el valle del Segura, debido a la referida ocupación de casi toda su llanura de inundación por abundantes almarjales. También hay que tener en cuenta la sustancial presencia de recursos minero-metalúrgicos en todo el hinterland del poblado, en casi todos los montes de en derredor, en los cuales se constata, por lo menos, la existencia de cobre ̶ cabezo de la Mina ̶ y hierro asociado a metabasitas ̶ en el aledaño cabezo que se extiende hacia el Noroeste, y otros pequeños afloramientos de geolocalización múltiple ̶ .
El comercio, como posibles agentes intermediarios entre las empresas mercantiles orientales y las rudas poblaciones del interior peninsular, también pudo formar parte habitual de su economía. De ello, además de la situación estratégica de control de las rutas de intinerancia adyacentes, nos puede estar dando prueba el hallazgo de los restos de ricas cerámicas áticas de figuras rojas. Los vasos elaborados con este tipo de pastas y formas características, muchas veces, eran utilizados como envases de la mercancía a transportar en sí ̶ aceite, vino, perfumes, etc. ̶ , independientemente de que el propio vaso, tanto en lleno como en vacío, se convirtiese también en mercancía de comercio dado su significado.
En este aspecto, el comercial, resulta muy sugestivo imaginar un fascinante escenario en el que gentes llegadas de ultramar, griegos, fenicios (10) y púnicos, tras surcar con sus naves el cauce del Staber ̶ así llamaron los griegos al Segura ̶ río arriba, hasta arribar en las cercanías de estos parajes, establecieran relaciones de intercambio o compra-venta con la población residente en el Balumba. Y éstos, a su vez, imbuidos de los gustos refinados transmitidos por helenos y semitas y ataviados al estilo orientalizante, siguiendo las rutas ya mencionadas que se dirigían hacia La Meseta, transportaran en sus caballerías enjaezadas con ricos aparejos parte de la mercancía obtenida en este comercio, en muchos casos productos de lujo ̶ cerámicas, vino, aceite, salazones, perfumes, joyería de metales preciosos, vidrio, marfil, etc. ̶ destinados a las élites sociales de los «ermitaños» pobladores del interior, para intercambiarla por productos agropecuarios, así como pieles procedentes de la caza de animales salvajes y otros recursos proporcionados por la naturaleza.
Y ya, por último, cabe preguntarse por la posibilidad de una estructura jerarquizada del territorio. Esto es, si es posible que en la época señalada, antes de la dominación romana, ya existiese entre los íberos que poblaban estos territorios alguna forma de estructuración del territorio, el poblamiento y su gestión política, con la presencia de algún centro urbano con un carácter principal o de cierta capitalidad, donde hubiese instalada algún tipo de autoridad política y/o religiosa superior que rigiese sobre los destinos de otros centros menores, en una relación de subordinación, de éstos sobre aquél, y de cierta interdependencia entre todos; a lo que habría que añadir la posibilidad de alguna especie de diferenciación funcional entre asentamientos. Y si este tipo de estructura territorial fue una realidad en estos lares, ¿qué posición y funciones pudo desempeñar nuestro, hasta ahora, «buque insignia» de la arqueología?
NOTAS:
(1) Se denomina movimientos orogénicos a aquellos que se producen en la corteza terrestre como consecuencia de la dinámica de las placas tectónicas ̶ normalmente por colisiones entre ellas, pero también por ascenso de material fundido ̶ . Lo que necesariamente nos lleva a la definición de orogenia: se trata del proceso de formación de una cordillera, directamente relacionado con la tectónica de placas. También se denomina orogenia a cada uno de los grandes procesos que, en el pasado, dieron lugar no solo a algunas de las cordilleras más importantes del planeta, sino que configuraron estructuras continentales que aún hoy perduran.
(2) En la cronología geológica se refiere a dos épocas correlativas pertenecientes al período Terciario de la actual era Cenozoica. El Mioceno se desarrolló entre hace unos 23 y unos 5 m.a., mientras que el Plioceno es la época que le sigue y la última del Terciario, desarrollándose hasta hace unos 1.6 m.a. En realidad, todo el proceso orogénico durante el cual se formaron la mayor parte de las tierras del Sur peninsular ̶ así como otras de la periferia de la Meseta ̶ comenzó hace unos 35 m.a., dentro de la orogenia alpina ̶ la antigüedad de la orogenia en su conjunto es mayor ̶ . La asignación de la formación concreta del citado relieve del complejo Bermejo-Balumba a una horquilla cronológica tan explícita y reducida, por parte del que suscribe, responde más que nada a criterios un tanto subjetivos dentro de una primera aproximación al conocimiento del tema. Tratando de establecer un intencionado paralelismo con otras formaciones de similares características desarrolladas en distintas localizaciones de la Vega Baja del Segura ̶ en la nota 6 se hace mención a ellas, como resultado de pliegues anticlinales ̶ , con posterioridad al surgimiento de las sierras de Orihuela y Callosa, para las que sí tiene testada su formación en el referido período Mioceno-Plioceno; casi en lo que se podría considerar como los «estertores» de la orogenia. Por tanto, hemos de considerar que, si no queremos entrar en disquisiciones un tanto confusas, quizás una acertada solución sería encuadrar su formación dentro del marco más general de entre hace unos 35 y unos 5 millones de años; es decir entre finales del Eoceno-principios del Plioceno ̶ ambas, épocas del Terciario ̶ . Lo que sí queda fuera de toda duda es la pertenencia de ambos conjuntos ̶ Sierra de Orihuela y Bermejo ̶ a la misma unidad morfo-estructural, haya o no desfase cronológico en su formación.
(3) Tectogénesis: proceso que genera el movimiento de las placas tectónicas de la corteza terrestre desplazándose sobre la astenosfera viscosa del manto. Es un concepto que muchas veces se halla contenido en el término orogénesis ̶ etimológicamente, génesis de las montañas; o más generalmente: génesis de los relieves ̶ , pues a menudo éste se toma en un sentido amplio y entonces engloba la tectogénesis o génesis de las estructuras, que no requiere forzosamente la creación de un volumen saliente en la superficie del globo. Ha querido emplearse aquí en un sentido muy amplio, como un proceso de enormes magnitudes desde la perspectiva principal de la tectónica de placas a gran escala. Esto es, en dos vertientes: la cronológica y la de los resultados morfoestructurales. Desde la perspectiva del tiempo, nos referiremos a un proceso muy prolongado a escala geológica. Es decir, a lo largo de más de dos o tres decenas de millones de años ̶ tectónica continua ̶ . Por otro lado, en el sentido morfoestructural, daría lugar a una serie de acontecimientos geológicos de talla colosal, incluyendo tanto la formación de orógenos propiamente dichos como de estructuras; así como de repercusión muy importante en la formación de buena parte de las tierras y del relieve del Sur peninsular. Todo ello consecuencia de la agitada dinámica de grandes placas tectónicas. En esencia, el término hace referencia a los movimientos que generan las estructuras.
(4) Este proceso continúa hoy día, ya que ambas placas siguen acercándose a una velocidad de aproximadamente 5 mm. al año.
(5) El metamorfismo de las rocas, y por tanto la formación de una de las tres clases de rocas existentes ̶ ígneas, sedimentarias y metamórficas ̶ , es decir, las metamórficas, se produce por la modificación profunda de cualquiera de las rocas preexistentes en estado sólido debido a la acción de diferentes agentes de origen endógeno: calor interno del globo ̶ se considera que el metamorfismo comienza a los 200 grados centígrados ̶ , presión, desplazamiento de la materia, gas y sustancias minerales de las capas profundas. Este metamorfismo tiene lugar en el interior de la corteza terrestre por debajo de la zona de meteorización y cementación y fuera de la zona de fusión. Sin embargo, las rocas pertenecientes al complejo Bermejo-Balumba, al igual que las de su aledaña y alma gemela sierra de Orihuela ̶ las mismas características también son observables en la sierra de Callosa de Segura ̶ sufrieron una especie de metamorfismo muy especial; porque si las condiciones geológicas hubiesen sido las habituales para la culminación del proceso del metamorfismo, sus rocas carbonatadas deberían haberse transformado en mármoles, con un grado de recristalización o cristalinidad mayor. En cambio, se tuvieron que dar unas condiciones muy especiales porque estas rocas carbonatadas ̶ rocas sedimentarias de origen químico, entre las cuales las más importantes son las calizas y las dolomías ̶ siguen teniendo un aspecto similar al de rocas sedimentarias como las calizas y las dolomías. Por tanto, nos encontramos ante un caso curioso en el que rocas carbonatadas que han sufrido condiciones metamórficas ̶ podrían ser mármoles ̶ todavía mantienen el aspecto original de las rocas sedimentarias.
(6) El río Segura, en su discurrir por las Vegas Media y Baja, aprovechó las depresiones orográficas existentes, causadas por la tectónica que define el relieve en esta parte del Sureste peninsular. Las estructuras falladas sobre las que se asientan ambos tramos de la Vega del Segura, configuraron sendas fosas tectónicas con una dirección predominante Este-Oeste. Dichas fosas, así como los bloques elevados hacia el Sur de las mismas, fueron consecuencia de la actividad de las fallas del Norte de Carrascoy ̶ NE-SO ̶ , en la Vega Media, y del Bajo Segura ̶ E-O ̶ , en la Vega Baja. Sobre los bloques hundidos ̶ fosas tectónicas, al hallarse entre bloques elevados; p. ej., la sierra de Crevillente al Norte como contrapunto a los bloques elevados al Sur ̶ de las fallas, se formó un enorme pliegue sinclinal, siendo aprovechado por el río para acomodarse hasta su desembocadura. Por su parte, sobre los bloques elevados, y siguiendo la misma dirección de Este a Oeste, se formaron una serie de pliegues anticlinales que dieron lugar al surgimiento de las sierras de Carrascoy y Cresta del Gallo, en la región de Murcia; y de Hurchillo, Benejúzar, Lomas de la Juliana, y la del Molar en Guardamar, en Alicante; los cuales actuaron como diques de contención y encauzamiento al Sur del curso del río. La singularidad de estas fallas reside en que no llegan a cortar las rocas más superficiales, por lo que se trata de unas estructuras “ciegas” o enterradas. En superficie sólo se reconoce el plegamiento de los materiales más recientes de edad Mioceno Superior-Cuaternario ̶ visible en los anticlinales responsables de la formación de las sierras antes citadas y en el surco sinclinal, al Norte de los mismos, sobre el que se instaló el río ̶ . Sin embargo, en profundidad corta las rocas carbonatadas del Triásico ̶ Zona Interna de la Cordillera Bética ̶ .
(7) El Cuaternario es el último período de la Era Cenozoica y en el cual nos encontramos en la actualidad. A su vez, éste se divide en dos épocas: el Pleistoceno, que se desarrolló entre hace 1.6 m.a. y 10.700 años antes del presente, cuando finalizaron las glaciaciones; y la época actual, el Holoceno, que comenzó al finalizar el Pleistoceno ̶ hace 10.700 años ̶ .
(8) El pueblo íbero ̶ uno de los más importantes de los pueblos prerromanos de la Península ̶ , lejos de ser un pueblo homogéneo desde el punto de vista político y constitucional, se articulaba en una serie de grupos tribales repartidos por áreas espaciales diferenciadas del Sur y del Levante peninsular. Las fuentes antiguas distinguían entre los íberos diferentes pueblos con una etnonimia precisa, aunque ignoramos los fundamentos de estas distinciones. De ello se deduce, por un lado, la percepción de fundamentos comunes ̶ lengua, sociedad, cultura material… ̶ , pero también diferencias suficientemente acusadas para fundamentar individualizaciones precisas. En estas condiciones, el «término» no supone una unidad étnica, sino cultural, consecuencia del desarrollo de un proceso de «iberización», que afectó en grados y épocas distintos a un conjunto de pueblos del Sur y Oriente de la Península. Entre estos pueblos y territorios diferenciados, encontramos los dos a los que podría ser más susceptible la adscripción de los antiguos pobladores del asentamiento del Balumba y de su territorio. Como ya se ha dicho en el cuerpo del escrito, la asignación concreta resulta un tanto ambigua, por hallarse este enclave casi a caballo entre las dos áreas de influencia de dos de estas etnias: los contestanos y los bastetanos. No obstante, considerando el área de dispersión de cada uno de ellos y llevando la aplicación de las referencias de que se dispone a una rígida aplicación, lo más acertado es estimar a los habitantes del Balumba como pertenecientes a la tribu de los contestanos. Así, respecto a los bastetanos su ciudad epónima era Basti ̶ Baza, Granada ̶ y se extendían por las hoyas granadinas, parte de la margen izquierda del Ato Guadalquivir y cuenca del Almanzora, entre los oretanos, al Norte, los turdetanos, al Oeste, los contestanos, al Este, y los asentamientos púnicos y mestizos de la costa meridional. Mientras que los contestanos se hallaban ubicados en el área más meridional del levante ibérico, entre el Júcar y el Segura hasta el interior de la provincia de Albacete. Un claro ejemplo de adscripción a este etnónimo en las fuentes consultadas es la del vecino poblado ibérico de Los Saladares de Orihuela.
(9) Hacia el 530 a. C. se inventa en Atenas la nueva técnica llamada a revolucionar la cerámica griega. Se trata de la técnica de figuras rojas dentro de las industrias cerámicas del Ática. La investigación moderna asocia su invención con el Pintor de Andokides, que trabajó entre el 530 y el 515 a. C. Esta innovación consistía en introducir un esquema decorativo en los vasos inverso al de la anterior técnica de las figuras negras ̶ por razones obvias de economización en la extensión del presente artículo, vamos a omitir las características físico-decorativas de ambos estilos ̶ . No obstante, hasta fines del siglo VI y en las primeras décadas del V a. C. seguirán fabricándose vasos de figuras negras. Incluso se conocen piezas que combinan ambas técnicas a las que se denominan «bilingües». Aún en el siglo IV a. C. la técnica de figuras negras se seguirá empleando en la decoración de las ánforas Panatenaicas. A lo largo de los dos siguientes siglos ̶ V y IV a. C. ̶ , este nuevo estilo cerámico irá pasando por distintas etapas de evolución hasta ser sustituidas definitivamente, hacia finales del siglo IV a. C., por otras especies cerámicas. Un fenómeno destacado en el campo de la cerámica griega del siglo IV a. C. será su difusión. La competencia que los talleres establecidos en el Sur de Italia comenzaron a ejercer en Occidente desde la segunda mitad del siglo V a. C., obligó a los ceramistas atenienses a ampliar sus mercados hacia puntos extremos del Mediterráneo y del Mar Negro. Esta expansión comercial alcanza la Península Ibérica, donde hallamos numerosas evidencias de vasos atenienses tanto en las fundaciones griegas como Emporion y Rhode, como en yacimientos del área ibérica, donde este material adquiere connotaciones específicas como elementos de prestigio en contextos funerarios. Por último, hemos de tener también en cuenta un detalle muy importante en lo que a la difusión de un tipo de cerámica concreto de época clásica y sus repercusiones desde el punto de vista de la datación cronológica relativa se refiere. Esto es, durante los siglos V y IV a. C., de modo paralelo, muchos talleres áticos produjeron una cerámica de uso más cotidiano. Se trata de producciones caracterizadas por superficies de un barniz negro muy brillante y sin decoración pintada, que presentan algunas zonas en reserva en las que emerge el color rojizo de la arcilla, especialmente alrededor del borde o del pie. El hallazgo de estos materiales en secuencias estratigráficas muy completas como las del Ágora de Atenas, permite observar la evolución formal de los tipos con el tiempo. Esta circunstancia, unida a la gran difusión de estos productos en todo el Mediterráneo a causa de sus precios asequibles, las convierte en elementos de un enorme interés arqueológico, ya que su hallazgo asociado a materiales de otras culturas con elementos menos significativos desde el punto de vista cronológico permite su datación relativa ̶ ¡ojo!, estos detalles son muy importantes desde la perspectiva de los resultados que se obtengan del análisis del material cerámico hallado hasta ahora en el yacimiento del Balumba, así como con vistas a futuros hallazgos ̶ .
(10) En realidad, desde el punto de vista cronológico, en atención a la posible datación apuntada para el yacimiento que estamos tratando, ya no resulta totalmente apropiado hablar de un contacto directo con gentes fenicias llagadas desde sus metrópolis del Levante Mediterráneo; ya que este tipo de contactos comenzaron hacia el siglo IX-VIII a. C. y fueron siendo sustituidos poco a poco por los llevados a cabo con otros nuevos agentes comerciales procedentes de otras partes del Mediterráneo Oriental. Sin embargo, sí que podemos referirnos con más propiedad a algún tipo de contacto indirecto a través de las colonias fenicias que pervivieron en el Sur peninsular, así como a las propias relaciones comerciales con este componente étnico arraigado en dichas fundaciones peninsulares.
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