Ante un panorama como el descrito por Pérez Picazo, se puede entender la importancia que tuvo la Asociación de la Caridad en Santomera, socorriendo a los más necesitados y haciendo una labor que se grabó en la memoria de sus apisanos, todo gracias al espíritu emprendedor y de solidaridad de un gran hombre, José Puig Valera, maestro de primera enseñanza y luchador contra la injusticia y desigualdad social.
En cuanto a su labor docente en Santomera, nada mejor que las palabras que el primer Cronista Oficial de la Villa, Francisco Cánovas, le dedica en un artículo en la revista La Calle bajo el título José Puig Valera, ¡el Maestro!” (17), que he tomado, a modo de pequeño homenaje al cronista, para encabezar esta biografía:
“Las enseñanzas que este gran Maestro impartía a sus alumnos excedía de lo normal; enseñaba materias que no eran obligadas y, por ello, en los exámenes que se celebraban para elegir a los niños distinguidos, entre todas las Escuelas de Murcia y su término, los suyos eran de los mejores: en una de esas pruebas, de 50 escuelas solo dos tuvieron seis alumnos premiados, las dos de la Capital, y de la clase del Maestro Puig Valera obtuvieron premio de distinción cinco niños, número que solo obtuvo otra escuela de La Ñora. Además de las materias de enseñanza normales, también enseñaba Nociones de Constitución y Agricultura, como se detalla en los cuadros de actividades escolares conservados en el Archivo Municipal de Murcia.
En las cuentas de gastos que D. José Puig Valera realizaba de su Escuela de Santomera figuraban partidas de Manuales de Agricultura; el Maestro se preocupaba para que los niños santomeranos tuvieran un conocimiento de los cultivos superior al que tenían sus padres, conocedores del laboreo de las tierras por experiencia tradicional; además ¡admirable!, pagaba de su peculio particular el importe de las facturas hasta que el Ayuntamiento de Murcia se hacía cargo de ellas con retraso, muchas veces de más de un año.
El carácter de D. José Puig Valera y su espíritu de servicio profesional eran ejemplares. El 9 de octubre de 1872, ante las penosas condiciones del Local de la Escuela, que pagaba 60 pesetas anuales de alquiler, solicitó del Ayuntamiento que se asignará en el presupuesto municipal 125 pesetas, en vez de las 60 que había consignadas para alquiler de la casa que ocupaba dicha escuela. Se denegó la petición argumentándose que la mayor parte de los Establecimientos que existen en los Partidos Rurales se les paga igual sin que se les hayan hecho reclamaciones análogas. Decidida y hermosa actitud de un Maestro joven, 22 años, soltero, titulado hacía solo dos años, que pide al Ayuntamiento algo justo que nadie defendía.
En septiembre de 1876, el día 19, D. Nicolás González Carroto, Inspector de 1ª enseñanza, emite un informe sobre el deplorable estado de las Escuelas inspeccionadas: faltas de menaje, con poca luz y ventilación, algunas más propias para pajares, como consecuencia del mal estado de los pagos de las consignaciones para tales conceptos; sin embargo, en dichos informes dice que ha encontrado resultados sobresalientes de enseñanza en escuelas de niños, cuyos Directores merecen mención honorífica oficial, de los pueblos siguientes: La Ñora, Algezares, Torreahuera, Palmar y Santomera.
Aprovechando aquel informe del Inspector, con fecha 12 de diciembre del mismo año, se dirige nuevamente a la Comisión de Enseñanza, sin temor a represalias, para que acceda al traslado de la Escuela de Santomera a un local más digno, una casa propiedad de los herederos de D. Luis Zarandona. La comisión deniega de nuevo la petición.
El maestro Puig Valera, mejor expresado el gran hombre que era D. José, no podía consentir que sus alumnos estuvieran en condiciones deficientes. Una vez más escribió a la Comisión que, en 7 de marzo de 1877, estudió el escrito del Maestro de Santomera. El Ayuntamiento accedió al cambio en vista de que el expresado Profesor se obliga a satisfacer de su peculio 25 pesetas anuales. D. José Puig Valera sacrifica por sus alumnos 25 pesetas de un sueldo de ¡825 pesetas al año!. Asombroso gesto de sacrificio y generosidad. Para mayor admiración hemos de considerar su posible situación económica, casado en 1875 y nacido su primer hijo en diciembre de 1876, con un sueldo mensual de ¡66 pesetas y 66 céntimos!, pero ¡así era el Maestro Puig Valera!
Por su profunda formación moral, seguidor sincero del humanismo cristiano y apasionado por la libertad y la justicia, la vida del maestro Puig Valera fue de entrega generosa para todos, en especial para los más necesitados. Su proverbial ejecutoria la resumió el gran literato D. Ramón Pérez de Ayala, amigo suyo, cuando en cierta ocasión dijo: “Por su hombría de bien, se afirmó hermano de otros hombres y por esto se hizo amar de ellos fraternalmente”.
Otro ejemplo muy claro –entre tantos otros reflejados en la prensa de la época- de que no se callaba ni temía represalias cuando de sus alumnos se trataba, aunque fueran los que se iban al servicio militar, lo tenemos en la carta que mandó a El Diario de Murcia en 1896: (18)
“Sr. Director de EL DIARIO DE MURCIA.
Muy Sr. Mío y de mi consideración: Con profunda pena he leído el artículo que sobre Instrucción en Murcia, aparece en la primera plana del número 6.977 de su periódico, correspondiente al 19 del actual.
Es dolorosa y causa vergüenza la lectura de esa estadística, que, seguramente, á proporcionado a los maestros, mis compañeros, como á mi, un gran disgusto.
La lógica de los números, es inflexible y abrumadora, y no hay más que someterse á ella cuando no se pueden oponer números á números. Más como yo no me halle en tal caso, tengo la obligación ineludible de oponer datos á datos, demostrando que en esa desdichada estadística hay error, á lo menos por lo que respecta á Santomera.
No puedo pasar en silencio por la amargura de que, al cabo de 26 años de maestro en este pueblo, aparezca tan atrasado en instrucción un partido rural que es digno de mejores destinos, y que lleva á la escuela un contingente de 138 niños, y á la clase nocturna, 64 adultos.
Como en este pueblo se recibe la correspondencia por la tarde, crea V., Sr. Tornel, que se me quitaron las ganas de cenar; y ansiando comprobar con los registros oficiales de esta escuela la exactitud de los datos que sobre Santomera publica, encuentro en aquellos lo siguiente: Han debido entrar en la quinta de este año mis discípulos Vicente Soto Cano, Mariano Olmos Fernández, Juan González Turpin, Casto Espinosa Laórden, Francisco Saura Campillo, Jacinto Ruiz García y Vicente Rubio Sanchez. Total,7.
En la del 95 debieron entrar Vicente Candel Campillo, Emilio Rubio López, Joaquín Marquina Campillo, Ireno Fernandez Villaescusa, Antonio Puig Campillo, Ireno Fernandez Laorden, Narciso Andugar Soto, Joaquín García Ruiz, Emilio Sánchez Fernandez, Rufino Lopez Andugar, Francisco Garcia Candel, Joaquin Ruiz Garcia, Hermenegildo Campillo, Angel Villaescusa, Antonio Gonzalez Perez y Francisco Perez Abellan, quienes han sido, , como los anteriores, discípulos mios. Resultan 16 del 95 y 7 del 96, que hacen un total de 23, de los cuales saben leer y escribir 19, y no saben Emilio Sanchez Fernandez, Mariano Olmos, Angel Villaescusa y Antonio Gonzalez Perez.
Ruego á V., Sr. Director, la inserción de este desaliñado remitido en las columnas de su popular diario y sabe es su más afftmo. S.s. y s.m.b. Jose Puig.
El maestro Puig Valera, republicano federalista, revolucionario cantonal, articulista de prensa, pedagogo excepcional y comprometido, da para una biografía más extensa que la presente; valgan como ejemplo algunos detalles de su vida que son reveladores: propuesto para premio y recompensa por su labor de ayuda en la epidemia de cólera de 1885 (19), recolecta de dinero para los afectados por el terremoto de Málaga y Granada en 1885 (20), ingreso en la sociedad filantrópica de Salvamento de Náufragos en (21) , secretario de conferencias pedagógicas (22), numerosas veces jurado de capacidades de juicios de relevancia (23), recolecta de dinero para las familias de los 14 mineros muertos en la mina Talia de Mazarrón en 1899 (24), Secretario de la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario –la más antigua de Santomera, del siglo XVIII- y, como una muestra más de su infinito amor a Santomera, su renuncia a la plaza obtenida por oposición en Valencia (25).
En 1917 y 1931, en su memoria e imborrable labor en Santomera, se le tributaron dos homenajes que tuvieron amplia repercusión en la prensa regional, como el del diario El Tiempo (26) y el de El Liberal (27), entre otros:
HONRANDO A UN MAESTRO
Acto hermoso en Santomera
Cumpliendo el acuerdo tomado por el Ayuntamiento de dar a la calle Mayor del pueblo de Santomera, el nombre del maestro que durante 36 años estuvo al frente de la escuela de dicho pueblo, ayer se verificó el acto conmovedor de destapar la lápida que ha de dar el nombre a dicha calle del maestro Puig Valera.
Para dar solemnidad a dicho acto, el alcalde señor Palazón, delegó la representación del Ayuntamiento en el concejal señor Peñafiel, vecino de Santomera, asistiendo además una sección de la guardia municipal, al mando de un cabo.
También acudió una nutrida representación del Magisterio murciano de ambos sexos, el señor Inspector jefe de primera enseñanza don Ezequiel Cazaña, las autoridades y personas principales de la población.
Una banda de música amenizó el acto, tocando selectas composiciones frente al sitio en donde ha sido colocada la lápida, que aparecía cubierta con una bandera española.
Cuando estuvo reunida la comisión organizadora del festejo, se dirigió en unión de los invitados desde la casa del alcalde pedáneo al punto anteriormente citado, acompañando al hijo del ilustre pedagogo, nuestro querido amigo el ilustrado profesor de la Escuela de Industrias de Cartagena, don Antonio Puig Campillo.
El pueblo en masa, en compacto grupo, se congregó en torno a los comisionados, dispuesto a tributar al educador de muchas generaciones, el testimonio de su cariño.
Hecho el silencio el señor Peñafiel leyó un bonito discurso, en el que después de relatar a grandes rasgos el carácter y condiciones del llorado maestro, saludó en nombre de Santomera a los señores invitados, entonó un canto al pueblo que así honra a sus muertos, y con sentidas frases ha ofrendado al hijo del maestro Puig, todo el cariño que hacia su padre sentía la población entera.
Después adelantándose, en nombre del Ayuntamiento, tirando del cordón que de la lápida pendía, la descubrió a los acordes de la música.
Seguidamente, el ilustrado maestro de esta capital y tesorero de la Asociación de maestros, leyó unas bien escritas cuartillas, en las que de una manera magistral hace historia de las virtudes cívicas que adornaban al sabio maestro Puig Valera, al que califica de héroe porque luchó con denuedo por desterrar la ignorancia en los tiempos calamitosos en que el maestro había de luchar con todos y con todo.
Terminó saludando al pueblo de Santomera en nombre de los maestros de la capital, y enalteciendo el acto que celebraba, pues lo ponía a la cabeza de los pueblos civilizados.
Grandes aplausos coronaron el bien escrito discurso del señor Martínez Costa.
El secretario de dicha Asociación, nuestro querido amigo el maestro de Guadalupe don Julio Egea, leyó a continuación unos hermosos versos, que como todos los suyos reflejaban el sentimiento que embargaba su alma de poeta ante la grandeza del acto que se celebraba.
Repetidas veces fue interrumpido por los aplausos del público como así mismo al terminar su lectura.
Don Manuel Campillo, en nombre de los discípulos del señor Puig Valera, pronunció un hermoso discurso, en el que llama al venerado maestro padre, consolador de espíritus y benemérito de la patria por su valor auxiliando a los enfermos del cólera del año 85.
En medio de una salva de aplausos hace uso de la palabra el señor Cazaña, que lleno de emoción, comienza saludando al pueblo que saca del olvido a un mártir ignorado, a un maestro de escuela, rotulando con su nombre, para que sea inmortal, la calle Mayor, la calle principal de Santomera.
Relata las amarguras del maestro en la escuela y ensalza la labor meritoria del que un día y otro día trabaja en el laboratorio de modelar inteligencias.
Auguró que en tres actos como el que se celebraba, a los que había acudido por su cargo, no había visto nunca al pueblo tan íntimamente unido, con tanta expresión de satisfacción y alegría, como en el actual por lo que se felicitaba y felicitaba a todos, queriendo que sus palabras fueran un pregón que resonara en todos los ámbitos de España.
Dirigiéndose después a los maestros les exhortó a que imitaran las virtudes del compañero hoy festejado, pues también los pueblos saben pagar a sus maestros el servicio que en aras de su enseñanza se impone un día y otro día.
Saluda a todos en nombre del Magisterio de la provincia especialmente al hijo del hoy inmortal maestro.
Grandes aplausos siguieron al hermoso discurso del señor Cazaña.
La gran emoción que embargaba al señor Puig Campillo le impidieron pronunciar una sola palabra, y con los ojos arrasados en lágrimas abrazó al señor Cazaña, siendo aquel abrazo la condensación de lo que sus labios no pudieron decir.
En el Casino de la población fueron obsequiados los invitados con dulces, licores y habanos terminando el acto en medio de la mayor satisfacción y alegría.
¡Loor al pueblo que sabe honrar a sus hijos ilustres!
El acuerdo de poner su nombre a la calle Mayor, se tomó en el Ayuntamiento de Murcia, el 5 de mayo de 1917, y la lápida se colocó el 14 de junio de del mismo año. En el comunicado hubo un error: no estuvo en Santomera de maestro 36 años, solo fueron 30.
SANTOMERA
Justo homenaje
Bien merece los honores de grandioso el acto realizado el pasado domingo para enaltecer del gran apóstol de la niñez, benemérito maestro don José Puig Valera, republicano de corazón que puso al servicio de su sana ideología todos sus entusiasmos juveniles y talento privilegiado en unión del ilustre caudillo del Cantón murciano don Antonio Gálvez Arce.
Previamente invitados por la Comisión organizadora del Círculo “Unión Republicana”, vinieron desde Cartagena sus hijos don Antonio Puig campillo, profesor de la Escuela Superior del Trabajo, ilustre publicista y entusiasta santomerano y su hermano don Manuel, joven profesor de la Escuela de Comercio de la expresada ciudad.
A las seis de la tarde precedidos por la bandera Republicana llevada por una representación de los niños de las escuelas locales, banda de música, estandarte dedicatorio por la asociación “La Caridad” fundada por el señor Puig Valera con su Junta directiva, Círculo Unión Republicana en pleno acompañando a los hermanos Puig Campillo, autoridades, maestros nacionales y el pueblo en masa, salieron en ordenada manifestación, imponente por el número y conmovedora por sus entusiasmos hacia el lugar donde está la lápida que da el nombre a la principal calle del pueblo.
A los acordes de la música y aplausos sinceros y espontáneos adornose la expresada lápida con una monumental corona de flores naturales confeccionada con especial gusto artístico por don Vicente Candel; hace uso de la palabra en nombre de los organizadores el maestro nacional don Ricardo Sánchez Manzanares el que elocuentemente ensalzó las virtudes profesionales y cívicas del maestro ya fallecido señor Puig Valera, orgullo de la clase y honra del republicanismo regional, deduciendo de sus bellas cualidades la importancia de la escuela como taller donde se forman generaciones libres y honradas, aconsejando a los santomeranos que a imitación del que fue su Maestro sepan siempre responder a los dictados de su conciencia libre ajena de claudicaciones vergonzosas, que consoliden la República Española con su trabajo y con su fe en un porvenir de justicia y libertad y dirigiéndose a la juventud les estimula a seguir por el camino del trabajo y de la decencia cívica, no haciendo caso a las amenazas histéricas de lo caído sino robusteciendo el poder constituido con su cultura y amor al estudio, formando así una generación vigorosa, valiente y honrada, que sabrá colocar sobre el sólido pedestal del trabajo la estatua redimida y triunfante de la República Española y al terminar una ovación entusiasta premió la disertación elocuente y cálida del simpático maestro de la localidad don Ricardo Sánchez.
A continuación dirige la palabra al pueblo de sus amores don Antonio Puig Campillo, que emocionado admiraba y agradecía desde lo más íntimo de su corazón este homenaje de cariño tributado a la memoria de su llorado padre que no supo nada más que amar mucho a Santomera; con elocuente palabra, con ese dominio de conocimientos que le caracteriza, hizo descripción de un trozo de la historia regional en que el gran caudillo del cantón murciano Antonete Gálvez en unión de republicanos de corazón y entre ellos su padre, escribieron un capítulo importantísimo en nuestra historia nacional, se admira del resurgir dichoso de este pueblo alentando a todos a la consolidación de nuestras conciencias de la ideología republicana, credo y fe que siempre tuvo su padre, sintiéndose más santomerano por gratitud y cariño hacia este pueblo que tan noblemente honra la memoria de aquel gran republicano y padre amantísimo y ofreciéndose a ellos de corazón para todo lo que sea cultura, engrandecimiento, cultura y libertad; premiándosele al finalizar con un nutrido aplauso, vivas y demostraciones espontáneas de entusiasmo y cariño.
Finalizado este acto que dejó imperecedero recuerdo en todos los santomeranos organizóse de nuevo la manifestación dirigiéndose a la puerta del Círculo “Unión Republicana” donde se descubrieron los retratos de los capitanes Galán y García Hernández, mártires de la libertad, diciéndose palabras alusivas al acto con vivas a la República, a Santomera y a los homenajeados.
Y para terminar una felicitación a todos los que han contribuido al éxito de estos actos que prueban la cultura y civismos de los pueblos que lo realizan y en especial del Círculo “Unión Republicana” que cuenta con las simpatías y adhesión de la mayoría de los buenos soberanos.
UNO DEL PUEBLO
Santomera 5 Mayo 1931.
Ese enigmático UNO DEL PUEBLO, probablemente –su estilo lo delata- fue otro maestro republicano santomerano que publicaba artículos con asiduidad en la prensa murciana, sobre todo en El Liberal, Antonio Prior García, que por sus ideas, tras la guerra civil, pasó un año en la prisión de Totana, fue apartado de la enseñanza y gracias al Obispo de Almería pudo volver a ejercer en San Martín de Valdeiglesias (Madrid), regresando a Santomera en la década de los sesenta del pasado siglo. Conocía profundamente la obra de Puig Valera y admiraba su trabajo, su estilo lo delata.