Molinos, hornos, batanes y almazaras son los únicos bienes de transformación que hay en la huerta de Murcia hasta la aparición de los motores de vapor y los movidos con electricidad. En Santomera, población que experimenta un aumento demográfico a partir del siglo XVII con el drenaje intensivo, gracias a azarbes y meranchos, de los marjales que ocupaban lo que hoy es su huerta, y en el XVIII con la producción de seda, van a ser almazaras y molinos los principales elementos de los albores de la industrialización. Obviando los hornos, las almazaras tuvieron una gran importancia en Santomera: hasta cuatro en La Matanza y otras tantas en Santomera funcionaron entre el siglo XVII y mediados del XX (1), sobre todo por el incremento de la superficie dedicada al cultivo del olivo en el secano al norte de la acequia de Zaraíche, hasta el límite con lo que hoy es el municipio de Fortuna. Los molinos harineros hicieron su aparición en el siglo XVIII en nuestro municipio con el de Vinader, en Siscar –que será el objeto de este trabajo- y el del Corregidor (2), en la misma población, aunque alejado de ella más al sur, sobre el azarbe del Merancho, en el siglo XIX. Posteriormente, llegaron el Molino del Rosario, a finales del XIX, que funcionó con vapor y electricidad, y el de la Luz, que como su nombre indica fue el primero que lo hizo con este tipo de energía, ambos ubicados en el casco urbano de Santomera. Finalmente, a mediados del pasado siglo y finales del mismo funcionaron dos molinos para la obtención de pimentón. Solo uno de ellos funciona en la actualidad, el creado en la segunda mitad del XX, aunque ya no está radicado en Santomera: se trasladó al polígono industrial de Abanilla.
Construir un molino harinero que funcionara movido por la fuerza del agua en la huerta de Murcia acarreaba muchos problemas, derivados de enfrentamientos con los regantes y por los períodos de estiaje, las avenidas que continuamente se producían y las mondas de primavera. El coste de la construcción de uno era muy elevado y había que tener mucho poder e influencia política para poder llevarlo a cabo, por lo que la totalidad de ellos eran propiedad de la oligarquía de la Ciudad de Murcia o de alguna institución muy poderosa e influyente como el Obispado o alguna orden religiosa.
La mayor parte de los molinos de la huerta de Murcia, desde la Edad Media hasta el siglo XIX, se encontraban ubicados entre la ciudad y la Contraparada. Desde la ciudad hasta el límite con Orihuela fueron muy pocos los que se construyeron: tierras con poca pendiente, encharcables, muy susceptibles a las avenidas del Segura, menor disponibilidad de agua en acequias y azarbes y una tardía puesta en cultivo, sobre todo en la parte septentrional, fueron problemas que hacían difícil la construcción de uno, salvo que se tuviera mucha influencia y recursos económicos, como veremos más adelante.
Los molinos de la huerta fueron construidos siguiendo el modelo de pasaje o regolfo: el agua entraba por un arco que se iba estrechando y ejercía su fuerza sobre la rueda horizontal, que la comunicaba a las piedras que molían el trigo.
El principal obstáculo para construir un molino en Santomera y su heredamiento eran los regolfos, en el caso de hacerlo en los azarbes, y la carencia de caudal en la acequia, debido a estar en el último tercio de tandas de riego y por no tener derechos sobre el agua y utilizar las sobrantes, lo que comprometía el funcionamiento de un posible molino. A ello había que sumar las avenidas que la rambla Salada, también llamada de Santomera, provocaba en su desembocadura entre Santomera y Siscar, que llevó a que se desviara el curso de la rambla en busca del barranco de Castilla para evitar pérdida de cosechas y el taponamiento de la acequia. Por otro lado, la distancia a los molinos más cercanos, los de Orihuela y Murcia, y los malos caminos para llegar a ellos hacían necesario uno cercano para los más de 1300 habitantes de Santomera y sus anexos de la huerta a mediados del siglo XVIII (3).
El primer intento de construir un molino harinero en lo que hoy es el término municipal de Santomera tuvo lugar en 1703. El Concejo de Murcia estudiaba en el cabildo del 18 de agosto de ese año la solicitud (4) de don Gil Francisco de Molina y Junterón, Caballero de la Orden de Santiago, que fue regidor (5) de la ciudad de Murcia y al que unos pocos años después (1709) se le concedería el título de Marqués de Beniel, en la que suplicaba se le concediera licencia para la construcción de un molino harinero en la cola vieja del Azarbe Mayor, donde hoy se unen los municipios de Orihuela, Murcia y Santomera, aproximadamente en el lugar conocido como los Tres Puentes. El principal argumento para que se le concediese la fábrica del molino era que en la zona que ocupaban los heredamientos de Santomera, Beniel, Alfandarín, Santa Cruz y Urdienca estaban muy poblados de caseríos y habitantes sin que en ninguno de ellos hubiera un molino harinero, por lo que tenían que ir a moler su trigo al molino más cercano, en la Diputación de Orihuela, un par de kilómetros antes de la ciudad orcelitana.
En el acta capitular de ese día quedó reflejado el acuerdo tomado: que los regidores don Luis Salas y Sandoval y don Juan Lucas Guillén se informaran y pasaran por el sitio indicado en la solicitud con maestros de obras y personas expertas en temas de moler con agua para comprobar si los regolfos (6) de dicho molino perjudicarían a los heredamientos de la huerta, examinando también la tierra que ocupara y de quién era. Los regidores don José Felices y don Sebastián de Pina, denegaron en la misma conferencia la pretensión de don Gil Francisco de Molina.
Tres días después, en cabildo del Concejo de Murcia celebrada el 21 de agosto de 1703, se trató una contradicción (7) presentada por el Colegio de la Compañía de Jesús, en la que expresaban el daño que ocasionaría la obra solicitada por don Gil Francisco de Molina en la tierras que tenían en el Pago de El Raal, por los regolfos para poner en marcha el molino y un meandro que trazaba el río muy cerca de ese lugar. Solicitan que se les escuche y que no se conceda el permiso para la construcción. Se acordó que los mismos regidores de la sesión anterior tomen la decisión que mejor convenga. Al final, no se construyó el molino. Santomera y los habitantes de los otros heredamientos tendrían que seguir llevando a moler su trigo a Orihuela o a la ciudad de Murcia, en ambos casos construidos junto al río Segura.
El segundo intento también lo protagonizó don Gil Francisco de Molina, ya Marqués de Beniel (8)- y de nuevo regidor del Concejo de Murcia-. En el cabildo del 5 de julio de 1740 (9), ante sus compañeros del Concejo expresó verbalmente su deseo de construir un molino harinero en tierras de su propiedad, concretamente en la acequia de Beniel (10), para atender las necesidades de molienda de los más de 150 (11) vecinos de Beniel y a las poblaciones de Cinco Alquerías, Santomera, Zeneta y Cañadas de San Pedro entre otras. Otros argumentos que presenta para su aprobación es que lo hará en un lugar apartado donde no molestará a los vecinos y lo lejos, otra vez, que quedan los molinos más cercanos. Abandonó la sala tras su exposición y el Cabildo tomó el acuerdo de que el regidor don José Pajarilla, Comisario de la acequia mayor de Aljufía, realizara un informe.
Hecho el informe y leído ante los regidores en la sesión de unos días después (12), se tomó un acuerdo favorable a la petición del marqués en beneficio de los habitantes de los heredamientos y lugares citados anteriormente. El molino, en su nueva ubicación, quedaba lejos de Santomera y con los inconvenientes que ocasionaba cruzar el río Segura.
En 1749 hay un nuevo intento de construir un molino más cerca de Santomera. Lo solicitó don Salvador Vinader y Moratón, vecino de Murcia, y su concesión se trató en el Cabildo del 15 de marzo de 1749 (13). El lugar elegido para su instalación fue, de nuevo, el extremo del Azarbe Mayor lindante con la jurisdicción de Orihuela, entre el partidor llamado de Albatera y la toma de la acequia que llevaba sus aguas a la huerta de La Aparecida, conocida como acequia Puerta de Murcia. La intención era construir un molino de dos piedras de pan moler para atender a los pagos de Urdienca, Campillo, Santomera, Raal y otros, ofreciendo 15.000 reales de vellón a beneficio de obras públicas. Se tomó el acuerdo de que don Francisco Rocamora y don Joaquín Riquelme se informaran, aconsejados por personas de los heredamientos afectados, sobre los posibles perjuicios y beneficios que podía ocasionar la fábrica del molino solicitado. El informe fue negativo, podía ocasionar perjuicios a las tierras más bajas de la huerta (14) debido al regolfo que ocasionaba en el curso del Azarbe Mayor.
Apenas un par de años después del intento fallido de don Salvador Vinader, una nueva solicitud de molino harinero entra al ayuntamiento de Murcia y se trata en la sesión del 25 de mayo de 1751 (15). En este caso la intención será construirlo en la acequia de Zaraíche, en pleno territorio del Pago de Santomera. La presentan don Francisco Cascales y Alarcón y su hijo Francisco Cascales Sánchez, que tienen más de 250 tahúllas de tierra, vinculadas con Nuestra Señora de la Fuensanta, en la cola de la citada acequia, muy cercanas al término de Orihuela y a escasa distancia de la ermita de la congregación San Felipe Neri, en Siscar, anexo de Santomera. La acequia pasa por medio de su propiedad y tras un partidor de gran caída sus aguas se pierden en un azarbón (16) y ya no se aprovechan, por lo que el molino que hará mucho bien a los vecinos no perjudicará a nadie, ya que el más cercano se encuentra en Orihuela. En el pleno se tomó el acuerdo de que se informarán de la pretensión a los regidores don José Fontes y don Luis Menchirón.
Los regidores citados, acompañados por don Antonio Vidal y don Ginés Buitrago, Jueces de Aguas; don José Botía y don Juan Buitrago, Procuradores y hacendados con muchas tierras en Santomera que riega la acequia; heredados de la huerta santomerana como don Mateo Tomás de Jumilla (17) y don Antonio Hernández, además de varios arrendados, visitaron el lugar elegido para la construcción del molino harinero y llegaron a la conclusión de que el regolfo que produciría el agua a su llegada al mismo no causaría perjuicio a los regantes en ninguna época del año, y que entre el molino y la desembocadura del mismo ya no había ningún partidor para usar el agua de sus tandas. Además la acequia, más arriba, hacia Santomera, estaba protegida de la rambla por un muro de tierra artificial. En el informe (18) que pasaron al pleno del 22 de junio de 1751 comunicaron que se podría moler los cinco meses de invierno y otros dos meses más en otras temporadas, seguramente teniendo en cuenta la época de estiaje en que apenas discurría agua por la acequia. En el citado pleno, los solicitantes del molino ofrecieron 50 doblones si se les concedía la gracia. Tras varios memoriales y plenos en los que se vuelve a tratar sobre molino y después de pregones informativos se acuerda dar el permiso definitivo en la sesión del 21 de agosto de 1751 (19): “La Ciudad, en vista de los pregones dados a la gracia del molino que se ha de construir en el partido de Santomera en la cola de la acequia de Zaraíche, acuerda se remate el jueves dos de septiembre próximo con la calidad expresa de que se ha de dar concluido dentro de dos años contados desde el día del remate, y que si así no se cumpliere ha de quedar extinguida esta gracia sin derecho a ella y perdidas las obras ejecutadas y materiales prevenidos.
Pasaron los dos años y la obra no se llevó a cabo, quedando extinguido un permiso que la familia Cascales había pedido y que no volvió a pedir. Santomera, sus anexos y otras poblaciones cercanas se quedaban otra vez sin molino.